Un lugar en el que tienes que estar amarrado por mar gruesa podría convertirse en una, de no llamarse Cabo de Palos.
«Que difícil es romper amarras» dijo Javier, y esa tarde partimos después de formar parte de ese rincón tan maravilloso. Con alegría e incertidumbre, pero con la sensación de que dejábamos en puerto gente ya querida.
No caben tantos buenos momentos en un vídeo, pero la Subcomandante Huevito lo bautizó como: «Chop-suey y…cocretas»
Al despedirnos, Lorena me recordó que se encargaba del tráiler y de enviarnos munición.
Ayer me llegó un paquete con un libro muy bien dedicado, tres sobrecitos y un usb. Al abrirlo me acordé de la luna amaneciendo por el mar y acabé saliendo de noche de surfear en La Mojonera.
Lo más sorprendente fue que ya estaba trabajando sobre el vídeo y cuando publicó el avance sentí como si lo hubiésemos estado comentado. Así que, siendo honestos, le corresponde una gran parte de la producción.
Primer viaje en conserva del Satchmo y el Li Toré hasta el puerto de Cabo de Palos.
Allí un buen hombre ayudó a amarrar las naves y resultó ser el Capitán de La Taberna del Puerto.
Todo un día recibiendo amigos y por la noche, tras avituallarnos bien en La Taberna alguien soltó un: ¡Faltan huevos!
A la mañana siguiente, mientras nos tomábamos el aperitivo ya en el Puerto de Mazarrón se puso el mar tan serio que volaron las sombrillas de los bares; nosotros sonreíamos mientras apurábamos nuestra cerveza pensando en la suerte que habíamos tenido por salir antes de que nos alcanzase la borrasca.
Al Li Toré eso le da igual porque está hecho para eso y mucho más y su tripulación si que es brava.
Este viaje traería consecuencias semanas después, pero ya se estaba mascando la comedia: salir a navegar y quedarte amarrado a un puerto y su gente.
Desempolvo postales, cartas escritas a mano, frases apuntadas en esquinas de libretas. Olisqueo recuerdos sin esperanza ni posibilidad de recuperar las grandes enseñanzas. Aquellas grandes lecciones que llegaban días después de haberlas recibido.
Ya sólo me vale vivirlas.
Lucho por mantener a un anciano en mis decisiones y a un niño curioso en mis juegos. Por coincidir con la luna llena cuando me marcho y con la oscuridad cuando duermo. Y por embarcar a los seres queridos cerca del corazón cuando el alma se me hace trizas.
Nunca será suficiente sacrificio el que ofrecemos a los dioses del FMI, del BCE, del MIBOR, de la prima del RIESGO, del MERCAD O.
Da igual.
Elijo -en lo que me dejan- entregar mi sacrificio al rumbo que marcan las ballenas piloto,
Llegó el momento en que las guardias se hicieron insufribles. Tras 24 horas ininterrumpidas de navegación, con viento en la proa y sin más remedio que hacer un obligado zig-zag (un bordo W y el siguiente S) cuando nuestro rumbo evidente desde Port Ginesta hasta Garrucha era justo el SW de donde soplaba el viento.
Como experiencia puede ser excelente. Pero habiendo leído (en palabras de R. H. Dana) y sufrido en mi carnes -bajo las ordenes de mi gran capitán- que » no hay en el mundo persona más impotente y digna de lástima que un novato iniciándose en la vida del mar», emprender una aventura como esta sin haber navegado antes, se me antoja bastante duro. Un día entero sin salir del camarote excepto para vomitar a sotavento, bajo las apresuradas indicaciones del timonel de guardia en cada urgente visita a cubierta, fue el camino que eligió José para convertirse en el grumete «Nelson». Después nos salvó la travesía y el sueño.
Recuerdo con especial dureza la segunda guardia del segundo día. Anocheciendo sonaron profundos golpes en la puerta del camarote de popa y la cansada voz de Raúl que me arrancaba desde el sueño que se mece en el fondo del mar, aventándome a salir con un seco: ¡TE TOCA!
Me metí en mi traje de agua sin siquiera abrir los ojos. El gorro y los guantes que me servían de cabecera los encontré en el costado del camarote que por las escora había perdido y salí atropelladamente hacia la tenue luz que anunciaba la noche y el frío mar.
Mi capitán, amarrado a la rueda del timón me contaba la novedad . Dicen que hay marineros que se suben a las jarcias en este estado transitorio de ensoñación. Yo me conformaba con poder atarme el chaleco y cerrar el arnés que me sujetaba a la bañera. Dos horas más viendo el cansancio en los ojos de Blas y al poco del cambio de guardia, tuvimos que gritar para que la tripulación saliese a cubierta porque el timón no me respondía a la fuerza seis que marcaba el anemómetro.
Fueron unos instantes de nerviosismo mientras ayudaba a Raúl en el palo para bajar trapo.
Después todo se normalizó y mientras las primeras luces del día se adivinaban entre el mar y las nubes bajas, el viento seguía volviendo loca la aguja. Momentos en los que no paras de repetirte: «si no ha bajado en las siguientes 3 millas, aviso para quitar las velas». Y navegar clavando la proa en las olas y cayendo hacia la pared que ya se adivinaba en un verde plomizo con las primeras luces del día.
Y en esos momento, en los que mi pareja de guardia se recostaba en la bañera para apurar unos minutos de sueño, con puntas de 7 nudos siempre con el viento en la proa, el sol naciente y el frío en el cuerpo, es cuando vienen a visitarte todos los demonios. Los presentes y los futuros. Los que ya se han ido y los que vendrán. Y la confianza en ti mismo no depende de nadie. Tan solo del respeto al mar. Buenos momentos cuando los cuentas con una cerveza en la mano.
Por lo demás, sin novedad.
Se nos paró el motor porque algún alga puñetera atoró las entrada del agua que lo refrigera. Se nos atascó la mayor de tanto subirla y bajarla por la falta de costumbre o inexperiencia con un velero más «crucero» que «regatero». Escuchamos por radio un aviso a salvamento marítimo para que recogiese un cadáver y estuvimos a punto de meternos en medio del dispositivo de navegación para grandes embarcaciones. También nos comimos unos huevos fritos que nos supieron a gloria, navegamos con delfines, nos saludaron las ballenas y bueno, todo lo que el mar te puede dar de vida en cuatro días y que podáis imaginar viendo algunas fotos.
Por supuesto, dar las gracias a la Escandalosa, a Nelsy y a Fede sin los que no hubiera sido posible esta travesía.
Y a Raúl y su «Velle desig».
Os dejo con Julio Villar hablando de las noches en el mar y un vídeo:
Pablo volvió a visitarnos este domingo al «Por si».
Ha sido un «finde» divertido a pesar de que no teníamos claro si podríamos navegar. Al final tuvimos nuestra barbacoa en Cala-privada, nuestro fondeo entre «Orión» y «La Mayor» y la visita de nuestro delfín particular que nos regaló un espectáculo de saltos y piruetas. Hasta nos llegamos a preocupar porque su manada había desparecido y él seguía a nuestro lado alentado por nuestros vítores y haciendo cabriolas fuera del agua.
Me preguntaba por el significado de esos gestos, de esos saltos. Lo que intenta comunicar. Si alegría, desafío o simplemente lo hace por su propia diversión cuando una embarcación se acerca, pero sin lugar a dudas, algún significado oculto para unos torpes humanos sin aletas como nosotros deben tener las repetidas maniobras de Pablo alrededor del «Por si».
La sola presencia de este grupo de amigos marinos nos hizo sentir mucho más felices con el mundo en el que vivimos, al contemplar la perfección de unas criaturas que después de desarrollarse un tiempo en la tierra decidieron largarse de nuevo al mar. Feliz a pesar de que absorto y excitado me agache para grabarlos con el móvil y de mi bolsillo interior se resbaló mi nueva cámara y cayó en una zona con más de 100 metros de profundidad. Pero algo material no pudo enturbiarni un momento el instante mágico que nos regalaron estos inteligentes mamíferos.
Que derroche de inteligencia volver al mar.
El vídeo os lo dedico a tod@s aquell@s que por unas razones u otras al final no pudisteis estar ese día navegando con nosotros.
Grito de guerra que reiteradas veces usó nuestro «caña» Lunes en uno de los momentos más adrenalíticos que he sentido encima del «Por si acaso», al menos haciendo regatas. Quedó atrás llegar a la boya de salida en dirección contraria al resto de embarcaciones que ya habían empezado sin nosotros, y el usar técnicas disuasorias del tipo: ¿tenéis cerveza fría?. Ahora parece que sólo 5 minutos y un «Spi» nos separan de empezar a hacer historia con el barco más bello y pirata de la bahía.